miércoles, 21 de noviembre de 2007

TRADICIONES ARGENTINAS


Tuve la oportunidad de presenciar un espectáculo de Tango digno de Reyes en el Teatro Presidente de San Salvador, El Salvador, que es donde yo vivo… algo que deleitó mi paladar cultural y me transportó a esa tierra tan lejana pero tan querida por mi... al finalizar fui invitada a departir la noche con el elenco cuyos integrantes son gente cultísima y conocedora de su interpretativa musical e incluso mi natural curiosidad me llevó a cuestionarlos en sus tradiciones argentinas, algo que siempre había querido hacer, pero que a veces se ve interrumpida por cuestiones ajenas al caso. Mis interlocutores en esta oportunidad, se comportaron de una forma tan gentil, que quedó perpetuada en mi memoria para siempre… y mi primer interrogante fue: ¿Desde cuándo se llaman argentinos?... a partir de ese momento, ese gusanito curioso no paró y la noche se convirtió en un solaz de intercambios de conocimientos que ahora, quiero compartir con ustedes.
¿Por qué y desde cuando se llaman argentinos? Hay una tendencia natural a suponer que desde siempre, al igual que los franceses o los españoles (aunque sabemos que corrió mucha agua antes de que aragoneses, castellanos, catalanes o andaluces decidieran llamarse españoles). No son cambios accidentales, sino testimonio del conflictivo camino de las comunidades en la construcción de su identidad. También, del deseo de vincularla con algo firme, inmutable, esencial, a prueba de los vaivenes políticos. Quizá por eso queremos creer que siempre fueron "argentinos".Pero no fue así. Antes de denominar una entidad política, "la Argentina" fue sólo un nombre poético, que aludía a la plata. Desde 1530, cuando Sebastián Gaboto hizo los primeros envíos de ese mineral a España, el río de Solís fue conocido como Río de la Plata. La denominación se extendió a toda la región adyacente y en 1536, cuando llegó Pedro de Mendoza a dotarla de su capital, tal nombre estaba ya asentado. Doscientos cuarenta años después, el nuevo Virreinato que tenía por capital a Buenos Aires se llamó Río de la Plata. Argentina deriva de plata: del latín argentum sale el adjetivo correspondiente. Lo llevó a la fama un soldado poeta, Martín del Barco Centenera, quien hacia fines del siglo dieciséis acompañaba al Adelantado Ortiz de Zárate. En 1569 otro soldado, Antonio de Ercilla, había escrito La Araucana, y Centenera anunció la composición de La Argentina, un largo poema en el que narraba la conquista del Río de la Plata. El nombre circuló con suerte variada hasta principios del siglo diecinueve.
El nombre estaba en el ambiente, muchos lo usaban. ¿Pero a quiénes designaba? ¿A algo parecido a lo que hoy llamamos argentinos? Con seguridad que no, porque todavía no los había. Muy probablemente se refiriera, primordialmente, a los hijos de Buenos Aires, los mismos a quienes quizá se llamara "hijos de la Patria", "patricios" o "patriotas". Los niños argentinos han aprendido en la escuela que su Nación, la Argentina, siempre existió, y que el largo proceso de guerras civiles, la "anarquía" y la "organización nacional" fueron desencuentros y pasos trabajosos para llegar a un final predeterminado. Al fin, decía el general Mitre, la Nación ya había nacido el 25 de Mayo de 1810. En 1816, quizá por la renacida esperanza que insuflaba San Martín, se declaró la independencia de las Provincias Unidas de Sudamérica. Luego de la crisis de 1820, el Congreso de 1824 volvió a las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Mientras tanto, el más poético "Argentina" seguía abriéndose camino, y empezaba a penetrar en el vocabulario político institucional. La Asamblea del año XIII aprobó el Himno Nacional, que proclamaba "Al gran pueblo argentino ¡salud!". En 1826 el Congreso de las Provincias Unidas creó para Rivadavia el cargo de Presidente de la República Argentina, y poco después sancionó la Constitución de la República Argentina. Cierto que duró poco, pero el adjetivo latino quedó desde entonces incorporado al nombre de la comunidad política que tan trabajosamente se iba gestando. Bajo Rosas hubo una Federación Argentina y una Confederación Argentina, y éste fue el nombre que adoptó la Constitución de 1853. En 1860 se reformó la Constitución y se adoptó, ya definitivamente, el de República Argentina. Así se llaman desde entonces. Corrientemente solemos decir "la (República) Argentina"; no podemos omitir el artículo, pues tal como lo escribió Del Barco Centenera, se trata de un adjetivo, que alude a un siempre prometido futuro de abundancia.
Y hablamos esa noche de las tradiciones entre ambos países, y cuyo significado es el mismo en todas las regiones del mundo: La tradición es el conjunto de costumbres, creencias y cultura de un pueblo, que se transmite de una generación a otra.
Entre otras cosas averigüé que en Argentina el 10 de noviembre se celebra el DIA DE LA TRADICION. Es el reconocimiento de la identidad a través de uno de los personajes más representativos de la Argentina, José Hernández, el creador del célebre Martín Fierro, que nació, según palabras de su autor, "para alejar el fastidio de la vida de hotel". Hernández se encontraba en el Hotel Argentino, de la ciudad de Buenos Aires. Corría el año 1872 y durante tres meses se entregó sin descano a perfilar la figura del gaucho, sus costumbres, sus trabajos, sus hábitos de vida. El libro consta de dos partes. En la primera, los versos están impregnados de melancolía. La felicidad de Martín Fierro se ha esfumado. Por no haber votado en la última elección, es obligado a servir en la frontera. En esa dura vida añora su libertad perdida y se hace desertor. En adelante vivirá siempre perseguido. Luego de siete años aparece la segunda parte, titulada "La Vuelta de Martín Fierro". Martín Fierro es muy conocido en todo el mundo. Ha sido traducido a muchos idiomas y merecido el elogio de escritores argentinos y extranjeros. Hoy sigue despertando el interés de los lectores que lo consagraron como un clásico de la literatura argentina.



ALGUNAS TRADICIONES ARGENTINAS

EL MATE :La palabra mate deriva del quechua "mati", que significa vaso o recipiente para beber, pero se ha generalizado como nombre vulgar del fruto de la calabacera, en especial en las variedades utilizadas para preparar y servir la infusión de yerba mate-NO HIERBA, como me corrigió mi rosarino un día- (poro y galleta) . Así, con la posterior proliferación de recipientes destinados a preparar esta infusión Construidos con los más variados materiales, también se usa la palabra mate para referirse a ellos. Luego, por extensión, el vocablo mate pasó también a designar a la infusión propiamente dicha. El mate es un inseparable compañero de los argentinos. Según sea la manera en que se prepare esta bebida, se la distingue como: Mate amargo, verde o cimarrón: es el cebado sin azúcar; Mate dulce , preparado con azúcar; Tereré, mate amargo cebado con agua fría; Mate cocido, el que se prepara más o menos como el té. La palabra cebar expresa la idea de mantener, alimentar, sustentar algo en estado floreciente. Al decir cebar mate se quiere significar, no el acto de llenar el mate con agua caliente, sino mantener ese mate en condiciones siempre apetitosas. Los efectos benéficos y terapéuticos de la yerba mate fueron confirmados en la actualidad por numerosos estudios científicos. Sus propiedades químicas son similares al té, aunque más nutritivas. EL CABALLO: El caballo constituye uno de los animales cuya presencia es más frecuente en el folklore universal. Amigo y compañero del hombre desde la más remota prehistoria, la vida de éste está ligada a la de aquel por el lazo más firme, el de la amistad. El caballo ha sido, para los gauchos, el medio más importante de transporte y de trabajo. Por eso le dio tantos y tan diferentes nombres, cada uno de los cuales encerraba una verdadera definición de las condiciones del animal: pingo, flete, crédito, parejero, chuzo, matungo, maceta, mancarrón, sotreta, bichoco. Pingo, flete y chuzo son denominaciones generales, aunque también suelen usarse con sentido admirativo; parejero era y es, exclusivamente, el caballo de carrera; crédito se le llamó al que, entre todos los de la tropilla, merecía más confianza para las ocasiones en que su dueño debía lucir sus habilidades, en un rodeo, una yerra, una boleada o un largo viaje. En cambio, mancarrón, matungo, maceta, bichoco y sotreta son formas despectivas y se aplican a los caballos que carecen de algunas de las condiciones necesarias: velocidad, aguante, buen andar, lo mismo que a los animales viejos o mañeros, es decir, inservibles para el buen trabajo ganadero. Domar es amansar a un animal, acostumbrarlo a que obedezca al hombre. Este trabajo es una demostración de fuerza bruta, habilidad y baquía, en la que el gaucho amansaba a los potros rebeldes y huraños. A pesar de los corcoveos de los animales, el domador lograba dominarlos, ya fuera a golpes de rebenque o dándole una pechada que consistía en abatir y voltear al caballo con el pecho de otro que lo embestía. Enlazado el animal, se le coloca un fuerte bozal con cabestro, se lo manea para que no pueda moverse y se lo ensilla, con lo que queda en condiciones para que empiece el trabajo del domador. Este lo monta y resiste los saltos del potro, los que se repetirán, no tan bruscos, hasta que el animal esté dócil

CONTINUARÁ…

San Salvador, El Salvador, Febrero de 2006

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